Homilía pronunciada por el M.I. Pbro. Lic. Jorge Reyes de la Riva, Capellán General Militar
Párroco Personal Castrense
Misa por la Patria
Domingo 12 de septiembre de 2021
Muy queridos hermanos y hermanas, fieles laicos en Cristo Jesús, saludo con afecto y con respeto a los miembros del Instituto Armado de nuestro país, del Ejército de tierra, de mar, de aire y a la guardia nacional, a sus familias y derechohabientes.
Un saludo particular dirijo a mi General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González; a mi Almirante Secretario de Marina, José Rafael Ojeda Durán; a mi General de División D.E.M., Eufemio Alberto Ibarra Flores, Comandante del Ejército Mexicano; a mi General de División Piloto Aviador D.E.M. Aéreo, José Gerardo Vega Rivera, Comandante de la Fuerza Aérea Mexicana, y a mi General de Brigada D.E.M., Luis Rodríguez Bucio, Comandante de la Guardia Nacional.
1.- Nos hemos dado cita en este Recinto Religioso dedicado al “Cristo de Paz”, que es “la Santa Iglesia de las Fuerzas Armadas en México”, corazón religioso del Ejército Mexicano, para celebrar la eucaristía, para celebrar a Cristo, “nuestra paz, que de dos pueblos hizo uno solo, derribando el muro que los separaba: el odio” (Ef. 2,14). A Él, presente misteriosa y realmente en la Eucaristía, hemos venido a ofrecerle nuestros propósitos y nuestro compromiso diario de ser constructores de paz.
Santa María de Guadalupe, “Patrona de nuestra libertad” como la proclamó el Generalísimo Don José María Morelos y Pavón, quien fuera sacerdote, es quien une a nuestro pueblo de México; Ella, en 1531, cuando dos razas eran irreconciliables, la indígena y la española, aparece como la gran reconciliadora, para presentarnos a su Hijo, al Verbo de Dios encarnado en su vientre virginal, nuestro Señor Jesucristo, una vez más derribando el muro que los separaba: el odio, trayendo la unidad y la paz a nuestras tierras, que más adelante se conformaría como nuestra Nación, México y al Continente de la Esperanza, América.
Hoy 12 de septiembre de 2021, en el que celebramos en nuestra comunidad la Misa por la Patria y, antes de celebrar el 211 aniversario del inicio de nuestra Independencia Nacional, quiero expresarles mi gratitud a nombre del Emmo. Sr. Cardenal Don Carlos Aguiar Retes, Arzobispo Primado de México y de su servidor, como Capellán General Militar y Párroco Personal Castrense, a cada uno de ustedes miembros del Instituto Armado, en activo o retirados, por todo su trabajo, en la mayoría de las veces, un trabajo callado y sofocado, de entrega y generoso compromiso, de servir a Dios en el prójimo, en nuestra patria México.
Presentes también en nuestras oraciones los Obispos auxiliares de México, el Sr. Arzobispo de Hermosillo, Mons. Ruy Rendón Leal, responsable de la Dimensión Fuerzas Armadas de la CEM. Mi saludo se extiende a cada uno mis hermanos en el presbiterio, los “Capellanes Militares”, que todos los días atienden espiritualmente a lo largo y ancho de nuestra patria, a los miembros de las Fuerzas Armadas y a sus familias, las cuales viven en especiales condiciones de vida. Los Capellanes Militares nos convertimos en animadores, en el caminar castrense de todos los días, mano con mano, para que, llevando los miembros del Instituto Armado, una vida auténticamente cristiana, sean hombres y mujeres constructores de la paz.
Como Capellán Militar e hijo de militar, sé que el camino que se recorre en la carrera militar es recto y no admite desviaciones, cada miembro del Instituto Armado, con la ayuda de Dios y de su correcto actuar, en base a su conciencia rectamente formada, se va forjando su propio prestigio; el Capellán Militar en mucho ha de ayudar con la permanente dirección espiritual y con los sacramentos, de manera especial el de la confesión y el de la eucaristía, para que puedan cumplir con este noble objetivo.
Los miembros del Ejército Mexicano, reconocen que todos los días, les hace falta la ayuda de Dios, para poder cumplir con la tarea que el pueblo de México y el Estado Mexicano, les ha confiado: defender la seguridad del propio pueblo y edificar y mantener la paz entre las naciones, salvaguardando al mismo tiempo el orden, la justicia y la convivencia entre los ciudadanos.
La historia nacional es testigo que, ante momentos de adversidad, catástrofes naturales o conflictos internos que ha vivido el país, el ánimo del soldado y marino no decae, por el contrario, se mantiene firme, se fortalece y sirve el reto que se afronte para imprimir más fuerza en el cumplimiento del deber.
Nuestras Fuerzas Armadas, cualquiera que sea el desafío a enfrentar, con la ayuda de Dios, General de generales, Almirante de almirantes y con la intercesión de la Virgen de Guadalupe, jamás detienen su camino, jamás lo harán, siempre seguirán trabajando por México.
Y si el ánimo no decae, es porque en los momentos de su vida castrense, existe también la ayuda espiritual, que siempre la agradecen de todos los sacerdotes, de manera especial de aquellos que han sido nombrados “Capellanes Militares” y que están para la atención de los miembros de las Fuerzas Armadas y de sus familias. La importancia de contar con un sacerdote, que comprenda las necesidades de la familia militar, aérea, naval y que, con especial espíritu de servicio, diligencia y respetando en todo momento las normas y reglamentos de las instancias militares, atienda sus necesidades espirituales.
Partiendo del derecho Constitucional que declara: “que todo hombre es libre para profesar la creencia religiosa que más le agrade y practicar las ceremonias, devociones o actos del culto respectivo, siempre que no afecte a nadie”, y el Estado Mexicano, tiene el deber de velar y promover ese derecho. La religión en México como factor en el desarrollo y seguridad nacional. México es grande, gracias a dos grandes instituciones que han forjado patria: “la Iglesia y el Ejército”, “el Ejército y la Iglesia”.
2. – “Cercano está de mí el Señor que me hace justicia, ¿quién luchará contra mí?.
¿Quién es mi adversario? ¿Quién me acusa?
El Señor es mi ayuda, ¿quién se atreverá a condenarme? (Isaías 50, 5-9).
La experiencia diaria de la vida de los militares les lleva a afrontar situaciones difíciles y a veces dramáticas, que ponen en peligro las seguridades humanas. Sin embargo, la primera lectura del libro del profeta Isaías nos consuela, presentándonos a Jesús como el “Siervo del Señor”. Él, con su presencia, ilumina la oscuridad e incluso la desesperación del hombre, y da al que confíe en Él la certeza consoladora de su asistencia constante.
Hermanos, hermanas, miembros del Instituto Armado, familia militar, por más complejas y problemáticas que sean las situaciones de su vida castrense y de su vida personal o familiar, no pierdan la confianza en Dios.
En el corazón del hombre jamás debe morir el germen de la esperanza. Ante la incertidumbre que nos causa la pandemia, de ver a enfermos y difuntos, a veces tan cercanos a nosotros; ante la incertidumbre de ver a personas sin trabajo y por consiguiente sin tener lo necesario para vivir y dar el sustento a las familias; ante la incertidumbre de ver a personas enfermas de la mente con ansiedad, angustia, temor, depresión; la certidumbre, que Dios es fiel y que sólo necesita de nuestra respuesta llena de esperanza. Es el binomio perfecto: “fidelidad de Dios y esperanza del hombre”; este binomio nos ayudará a cruzar por este mar a veces tan lleno de arrecifes, bancos de arena, anclados solamente en Dios, estén siempre atentos de descubrir y fomentar todo signo positivo de renovación personal y social. Estén dispuestos a favorecer con todos los medios, la valiente construcción de la justicia y de la paz.
3.- “Hermanos míos: ¿de qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no lo demuestra con obras? ¿Acaso podrá salvarlo esa fe? Supongamos que algún hermano o hermana carece de ropa o alimento, necesario para el día, y que uno de ustedes le dice: “que te vaya bien, abrígate y come”, pero no le da lo necesario para el cuerpo, ¿de qué le sirve que le digan eso? Así pasa con la fe, si no se traduce en obras, esta fe está completamente muerta.”
“Tú tienes fe y yo tengo obras. A ver cómo, sin obras, me demuestras tu fe; yo, en cambio con mis obras te demostraré mi fe”. (Santiago. 2, 14-18).
Las palabras de la carta del apóstol Santiago, deben de hacerse vida en nosotros, pues la fe del cristiano se manifiesta de manera especial en el servicio de los hermanos más necesitados.
En el marco de celebrar un aniversario más de nuestras Fiestas Patrias, con motivo del 211 aniversario del inicio de nuestra Independencia, quiero agradecer a las mujeres y a los hombres del Instituto Armado, por su valiente labor de pacificación de nuestra patria; gracias por la ayuda que prestan, sin preocuparse por los riesgos que ello implica cuando hacen presente a Cristo y llevan a cabo el Plan DNIII-E, el Plan Marina y el Plan Guardia Nacional, llevando la ayuda solidaria a la población civil en desgracia.
Quiero hacer un reconocimiento a todo el personal de Sanidad Militar y Naval, médicos hombres y mujeres, enfermeros, enfermeras y a todo el personal técnico que atiende a nuestros enfermos, quienes desde el inicio de la Pandemia y hasta el día de hoy, arriesgando su propia vida en el frente de guerra, no con el enemigo armado, sino con el virus del sars cov 2, han atendido y siguen atendiendo valientemente a los enfermos, como una de las obras de misericordia, reconociendo que no son ellos, sino que es Dios, quien actúa a través de ellos, sublimando éste acto bueno de filantropía cuando lo hacen por Cristo, con Él y en Él.
Agradezco a nuestros estudiantes del Sistema Educativo Militar, Aéreo y Naval, nuestros cadetes, mujeres y hombres, jóvenes que con generosidad han dejado su casa y su familia, para seguir la carrera del servicio a México desde la actividad castrense.
Gracias a todos por las ceremonias cívicas y desfiles militares.
Gracias por más de 108 años de lealtad institucional como Ejército Mexicano, “siempre leales”.
He nacido en la familia militar, dentro de un matrimonio católico y sé, por propia experiencia, que no es fácil ser esposo, esposa, hijo o hija de un militar, pues es necesario ser generoso y compartir también las fatigas que comporta su misión.
La familia es factor de seguridad nacional; las esposas y los esposos de los militares deben sentirse orgullosos de su cónyuge, los hijos e hijas también deben sentirse orgullosos de sus papás, porque sus ausencias a causa de su actividad castrense, redunda en un México mejor; la familia es el apoyo principal para cada uno de los marinos y soldados.
Se defiende lo que se ama y, ¿dónde se aprende a amar la paz y la vida, si no es en la familia? La “Lealtad” es un concepto que los miembros del Instituto Armado conocen a carta cabal, por lo anterior, hablar de lealtad a la patria, es hablar de lealtad al cónyuge y a la familia que de ella emana.
4.- En el evangelio que acabamos de escuchar, hemos oído a Pedro proclamar su fe en Jesús y lamentarse en seguida porque su Señor le habla de su próxima pasión y muerte. “El que quiera venir conmigo, que renuncia a sí mismo, que cargue con su cruz y que me siga. Pues el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que la pierda por mí y por el Evangelio la salvará”. (Marcos 8,27-35).
Quiero rendir un homenaje a todos los miembros del Ejército Mexicano, que han fallecido en el cumplimiento de sus obligaciones castrenses, que han pagado con su propia vida la fidelidad a su misión. Olvidándose de sí mismos, desafiando el peligro, han prestado a nuestra patria un servicio inestimable y hoy, durante esta celebración eucarística, los encomendamos al Señor de la vida con gratitud y admiración.
Pero ¿de dónde han sacado la fuerza para cumplir con su misión en el Ejército? De la fuerza que viene de Cristo que iluminó su existencia y que dio valor ejemplar a su sacrificio. El evangelio fue su código de conducta que los llevó a cumplir fielmente su deber de forma heroica y quizás de santidad.
Como ellos, que asistieron a ésta Santa Iglesia de las Fuerzas Armadas en México, Sede Litúrgica de la Parroquia Personal Castrense, conocida familiarmente como la “Capellanía Militar”, que contemplaron la imagen del Cristo de la Paz y contemplaron también a nuestra Madre Santa María de Guadalupe, “Patrona de nuestra Libertad” y Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas, “de bajo perfil, es decir, sin uniforme”, y guardaron en su corazón las dulces palabras “¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?” “¿No estás por ventura en el cruce de mi manto?”, fueron palabras que los animaron, en su recuerdo, a estar firmes en la fe, y son palabras que nos deben a nosotros animar en el presente.
Santa María de Guadalupe, Patrona de nuestra libertad y Reina de las Fuerzas Armadas Mexicanas, nos continúe sosteniendo en nuestra actividad castrense; que nuestro corazón no se turbe jamás, para que, como verdaderos hermanos, busquemos el progreso de nuestra patria por caminos de justicia y de paz.
Parroquia Personal Castrense
“Hombres y mujeres de fe al servicio de la patria”.